Voces entre voces apoyadas escrituras de quienes pasaron por nuestro taller

14.06.2022


Silencio


Nunca supe que pensaba. Sus palabras eran demasiado caras para que él siquiera te mirase al preguntarle como estuvo su día, o quién era el enigmático personaje que aparecía en la televisión, y porque estaba tan hipnotizado. El humo se desprendía de su boca, desprendía nubes como llantos de espías, silencio. Tenía una forma muy particular de fumar; de a bocanadas profundas pero espaciadas, escapando lo más que los pulmones se lo permitiesen. Ella se había acostado hace una hora, pero él continuaba en la mecedora del living, reptando entre recuerdos de ceniza y trenes al penal de Libertad o a Tacuarembó.
-¿Quién es él?- pregunté.
-... - Seguía mirándolo.
-Ey
-¿Qué?
-Nada.
Me fui a mi cuarto, la guitarra ya estaba ahí, reposando sobre la cama. La adopté después de años de abandono. Mi cuñado me enseño a tocar un par de acordes, los suficientes. Comencé a interpretar la canción más linda del mundo, aunque no la conociera, yo se que estaba sonando pero no la escuchaba, el silencio avasallador del living tapaba todo. Movía las manos frenéticamente sobre las cuerdas pero seguía sin escuchar las hermosas armonías que ejecutaba.
Llegó él y se apoyo sobre el umbral.
-Ya es hora de dormir.
Y me apagó la luz sin que yo se lo pidiese.
Por fin el silencio se fue, y él, tan ofuscado, se olvido que en las oscuridades, los sonidos se mueven como el agua.
Ya con la luz apagada, y el silencio dormido, las lianas vibran libremente, y el único castigo posible, es dejarse dormir.

Nazareno Ruiz



Espejo

I

Hoy parezco muerta

En el fondo oscuro del estacionamiento de la funeraria
hay un reloj que ilumina la penumbra con su tristeza amarilla
tic tac tic tac
ilustra los coches negros
las caras grises
siempre que paso caminando por esa vereda pienso en la muerte
nunca llegó a ver qué hora marcan las agujas
que siga lejos pienso
que siga lejos
tengo ojeras
tengo el pelo marcado y mal peinado
tengo un tono verdoso que me apaga la cara
y estoy yo detrás de todo eso
Puede ser el día
no suelo ser tan negativa
no suelo mirarme al espejo
¿Cuándo cambie tanto?
Como una pedrada
me parte ese silencio
cargado de respuesta
un poco es el tiempo y otro poco las decisiones
no se cuanto cada qué
tic tac hace el reloj lejos en lo oscuro
que no me encuentre
que no me vea pasar tan tentadoramente en ruinas.


VI

los días que pasas al lado

como si no me vieras

esos días que no estoy en tu rutina

aunque estemos compartiendo un espacio

esos días que no existo

entonces

me miro al espejo

y se empaña mi imagen

como un fantasma

como humo

o tierra

o llanto

no me veo

¿dónde estoy?

no me veo.


VII

no es más que llevar la mente a un lugar tranquilo

quedarse ahí

mirando

no es necesario cambiar el mundo

basta con saber que las hojas de otoño están cayendo afuera

que la lluvia en los cristales forma caminos de hormigas invisibles

que el café sabe mejor en el arrullo de las palabras

nada es blanco o negro

y bajo la capa gris de la rutina

está el color brillante de nosotros

y el color radiante de mi alma

y eso

es todo lo importante.


IX


Ayer es agua pasada

Hoy abrí los ojos y me mirabas desde tu almohada,

tus ojos me acariciaron

no hablamos

hoy me miré al espejo

y vi el amor regenerando el alma

desde allá adentro

hasta el último poro de mi piel.


Magdalena

¿Quién más que yo puede ser mi enemigue?

Me pregunto ¿por cuánto tiempo más echaré afuera la responsabilidad de haberme

quedado en las sombras de mis sueños? Más bien de haber estado ahí.

A veces pienso que sos vos, creo que tu amargura me hizo amargarme. No entiendo si

todos tus traumas me los heredaste o si para no hacerte sentir mal, me quede ahí en la

comodidad de no arriesgarme.

El abuelo era artista, dibujante. Por mucho tiempo él fué mi faro, en la infancia más que

nada; quería ser grande cómo él. Luego a lo largo de los años me di cuenta de que era un

viejo misógino, cuasi femicida, padre ausente estando presente.

Fui descubriendo detrás de todos esos telones de idealizaciones que lo odiabas

profundamente. Que no soportabas que nosotres fuéramos cómo él, artistas.

"No te puedo ver pintando" me decías cuando recién me inicie en mi vida artística, te faltaba

quemarme los pinceles, cómo todos esos libros que me quemaste por pensar que leer era

un problema.

Todas tus inseguridades, ignorancias, miedos, traumas, cosas no dichas, violencias, las

fuiste depositando en mí. Cómo si yo tuviera alguna responsabilidad por algo que sucedió

45 años previos a mi concepción. No puedo negar mi existencia por tu falta de apertura.

Nunca te escuche cantar, no entiendo por qué, nunca te escuche cantar, solo silbidos, que

cada vez escucho más siniestros, salen de tu boca.

Comprendo que seas cómo sos, un ser tosco y agrietado, una víctima más de padres

irresponsables. Alguien casi incapaz de expresarse, por no decir incapaz.

Nunca escuche algo bello salir de tu boca. El cansancio de vivir se hizo parte de vos, y tu

forma de comunicarte, con desidia ante todo, sin asombro, sin ver en les demás la belleza.

Todo lo que he hecho estos últimos años, te lo he escondido. No me interesa que sepas de

mí, ni a qué me dedico, porque cada vez que intento acercarme todo se vuelve muy brusco.

No quiero que me canceles, no quiero que te burles de mí, no quiero que me odies, ya no

quiero ni que me quieras, así como a mi se me quema el cerebro del porro a vos se te

quema del odio.

Algún día por fin tu alma, tu cuerpo y tu mente podrán descansar. Dejar de sufrir ante la

intensidad de existir, yo se que estás cansado y que te querés ir.

Igual, aun así reitero esta pregunta: ¿Quién más que yo puede ser mi enemigue?

Más allá del odio externo, de la miseria humana, del fascismo latente, de las ganas de

pegar con el palito que tienen muchos uniformados, más allá del fin del mundo.

Mi yo artista, no puede seguir dependiendo de tus palabras achacantes, ni de las de nadie,

rodearme de otres que también quieran construir, que dejen expresarse en libertad, con la

panza suelta, con los ojos chinos, sin miedo, sin expectativas.

Nadie va a venir a darme algo que yo no tengo dentro de mí. Así cómo nadie puede

arrancar las flores que crecen en mí. Al final eso es ser Artista, resistir cada día.

Opinión

-Con permiso.


Me dijo a la vez que se sentó a mi lado. Yo, que hace media hora trataba de dormir sin éxito, la miré e hice un gesto con la cabeza. En el apuro por salir y no perder el ómnibus había olvidado agarrar el libro que estaba en la mesita de luz. Siempre que viajo llevo algo para leer, es un somnífero tan potente que normalmente no llego a la segunda página cuando me da sueño. Miré la hora. Había pasado solo una hora desde que habíamos salido de la terminal y quedaban unas cinco de viaje. Eso si no se atrasaba con la lluvia que amenazaba todo el tiempo con interrumpir el viaje.


-Parece que se viene una linda tormenta. No me gusta nada viajar cuando llueve, me pone nerviosa.

-Si, está bastante feo.


No quería ser grosera. Pero la verdad no tenía ganas de entablar una conversación, y menos sobre el clima. Estaba de mal humor por haber olvidado el libro y no poder dormir a pesar del cansancio por haber pasado toda la noche trabajando. Me acomodé en el asiento y cerré los ojos con la esperanza de dormirme, aunque sea por la insistencia.


-Disculpa ¿Podrías hacerme un favor? Mi novio cumple años y tengo que elegir una camisa para regalarle, no me puedo decidir. ¿Me ayudarías a elegir una?


Claramente no iba a ser fácil dormir. Asiento mientras me repongo, rendida. En la pantalla del celular me muestra las diferentes opciones, de diferentes colores y estilos. Elijo la blanca y se la muestro.


-Esta me gusta, es clásica y puede ir bien tanto para un evento formal como para una salida cualquiera, según con qué se la ponga, creo que puede ser una buena opción.

-Si es cierto. Igual no sé. Capaz le regalo un pantalón, ahora que pienso ya tiene muchas camisas.

-Ahh bien. Si tiene muchas...

-Estuve viendo estos pantalones. ¿Cuál prefieres? ¿Verde o azul?

-El verde me parece más bonito.

-Si, puede ser. No me convence mucho. Creo que mejor le regalo la camisa a cuadros y el pantalón azul, ¿no?

-Si, perfecto.


Miro el reloj. Ocho y media. Solo pasó media hora desde que miré la hora por última vez. Me acomodo y vuelvo a cerrar los ojos. Un poco más molesta que antes.


-Y de estos vestidos, ¿cuál prefieres? La fiesta es en una chacra por la tarde.

-Y bueno, si es en la tarde creo que este va muy bien. El negro me gusta pero lo veo más para la noche.

-Genial. Gracias!


Esta vez no quise mirar el reloj, mirar la hora me ponía más ansiosa. Cerré los ojos, de a poco iba apareciendo el sueño.


-Hola amor! Voy en camino. Dile a tu hermana que me lleve los zapatos que me ofreció. Decidí ponerme el vestido negro.


Ana


Rita en la fila del coro escolar

Una niña de 7años espera en una fila de niños entunicados, en silencio y observando a su alrededor.


Hay bullicio, algunos niños y niñas conversan, otros saltan más o menos dentro del riel invisible de la fila impuesta para la ocasión.


Rita se chupa el dedo gordo como abstrayéndose del momento, quizá aplacando la eterna espera.

Con la mirada algo perdida, y de a ratos fijada en algo; a veces en niños, otras en las paredes altas del salón enorme del patio interior de la Escuela; y apenas pasa los ojos, reiteradas veces pero breves, por la Maestra Magela, quien hace pasar a los niños como por una picadora de carne, y separándolos en dos categorías, con algún tipo de criterio.


Cristian, Leandro, Clara y Lupe van a la fila de los contentos.

Parece que Estefanía y Manuel a la de los rezagados.


Rita observa todo eso, cómo si algún día fuera a escribir un relato, en el futuro, hablando del pasado, reviviéndolo en presente cada vez.


Pasa Diego por la picadora.

Magela, se agacha para escucharlo y Diego parece responderle algo al oído.

Más fuerte, le dice Magela.

Rita se acerca para tratar de entender qué le está diciendo Diego, y qué no está escuchando Magela.


"Te viiiii..." alargando la i; dice Diego algo tímido.

Magela le pide que repita lo anterior, aún más fuerte; porque no lo escucha.

"Teeee viiiiiii" ahora Rita escucha a Diego intentando cantar una canción que no conoce. O tal vez sí, pero es aún irreconocible.


Magela se acerca a él, le pide a Diego que cante un poco más, y que lo haga alto.

Le da la entrada a Diego y toca algunas teclas del piano antiguo, que parece estar en el recinto desde hace años, como pegado en el piso y adherido a la pared a través de alguna tela de araña; o al menos eso cree Rita, mientras piensa en otras cosas, porque ya se está poniendo nerviosa.


Diego comienza a cantar junto con el sonido del piano.

"Teeeee viiiii... juntabas margaritas del mantel"

Rita conoce esa canción. Si, definitivamente la conoce. Y cuando la escuche 24 años más tarde se va a seguir acordando de ella, reconociéndola a cualquier decibel, a cualquier distancia.


Magela ya impaciente por la no respuesta del niño, acorde al pedido de ella, le pide ya molesta que repita la canción o que se vaya a un costado.

Diego se enoja con ella y se cruza de brazos, negándose a cantar de nuevo.

Magela: "te vas para la otra fila".


Ya es el turno de Rita, que tímida se acerca a Magela, asustada con la selección de calidad de la carne picada anterior que será convertida en Leo, aquel alimento para perros, poco elegido por las personas por el contenido de grasa.


¿En qué piensa Rita? ¿En carne? Quizá está con hambre.

La seleccionadora de carne hace pasar a Rita a la picadora y es cuando le pide que mida su calidad.


Rita mira el piano esperando que suenen las teclas. Magela apoya su mano en el piano pero no presiona ninguna.

Magela: "a ver Rita, dale que queda poco tiempo. Cantá ahora la canción, fuerte y claro"


Rita haciendo caso, comienza bien bajito: "te viii".

Magela no admite errores, le pide que cante fuerte o que vaya a un lado, mirando a Diego que aún está enojado en un rincón.

Los niños que tienen carne de buena calidad, se ríen y cantan entre ellos esta y otras melodías.

Están todos expectantes esperando que Rita cante.

Magela espera.

Rita se chupa el dedo y ante el primer sonido de piano empieza:

"Te viiii juntabas margaritas del mantel"

Magela: "continuá, pero esta vez afiná mejor, canta más claro y alto"

Rita: te viii juntabas margaritas del mantel. Yo sé que te traté bastante mal..."

Magela le corta. "No no, a ver si entendés" La maestra alza la voz; los niños que están alrededor se aquietan y quedan mirando hacia Rita y Magela quien termina de hablar en tono fuerte a la pequeña Rita: "No te escucho bien, necesito que cantes alto y fuerte Rita"


Rita siente ahora que su porcentaje de grasa está por ser medido por toda la sala.

De grasa... de voz... de expresividad, de manejo de la exposición a la edad de 7.

Ya ni sabe qué es lo que están midiéndole.

Toda la clase esperando que cante, en silencio; Magela mirándola como a punto de pasarla por la cortadora.

Diego ya con su enojo olvidado, intrigado por la novedad.


Y Rita ya con la voz entrecortada: "te viiii.. juntabas margarit...

Magela la interrumpe, le pide que se haga a un lado.

Le imposta una etiqueta de calidad: No no. Andá para aquel lado; le dice decepcionada y asqueada a la vez.


Y la dirige desde el hombro hacia Diego.


Quizá Magela no recuerde hoy aquel episodio, puede que Diego tampoco.

Probablemente Lupe sea una gran cantante, o se dedique a la odontología, y en encuentros con amigos cante alguna que otra melodía.


Rita no puede. Canta sola en la casa, bajito, bien bajito, para que Magela no la escuche.


Viri


Las visiones


Desde que tengo recuerdo, en cada momento que socialmente se suele pedir uno o más

deseos (estrellas fugaces, día de cumpleaños, al caerse una pestaña en el cachete, etc) yo

de ojos cerrados pedía, casi que rogaba siempre lo mismo.

Me resultaba un poco extraña mi petición, no la entendía pero en cada momento de pedir

me encontraba repitiendo la misma frase ̈Por favor, que mis padres estén vivos hasta que

cumple quince ̈. El tiempo específico que marqué en mi deseo, supongo que vendría por el

gran momento del cumpleaños de quince y todo lo que eso pesadamente significa para una

niña-adolescente, lo del miedo a que se mueran mis padres, en el año 2006 supe con

certeza de dónde venía.

En los recuerdos sensitivos archivo el de ese deseo repetitivo, en los basados en imágenes

guardo la del galpón del campo donde vivíamos.

Era un día de tormenta y temporal, yo no solía tener miedo de las tormentas, de hecho

siempre me gustaron, también siempre tuve el privilegio de tener un techo donde refugiarme

en esos momentos para disfrutarlos. Pero ese día fue diferente, en el refugio de mi casa

estábamos mi madre y yo, mi hermano y mi padre estaban afuera, en medio del viento que

estaba a punto de llevarse todo lo que se atravesara en su camino. La ventana de la cocina

enmarca lo que yo veía, el galpón. Mi padre y mi hermano entraron salvos a casa y en ese

momento me di cuenta que mi mala sensación continuaba. En pocos instantes, el techo del

galpón se voló lejos y enseguida de a uno iban cayendo los ladrillos de las paredes, como

cuando se cae la torre del jenga pero en dimensiones gigantescas, yo lloraba cada ladrillo

que caía.

Un turismo mi hermano más chico y yo recibimos una invitación de Victor, mi abuelo, para ir

a las termas. Parecía un buen plan, mis primas de Montevideo y mi tío también iban.

Al mismo tiempo que estaba emocionada por ir de vacaciones, una duda o extrañe

anticipado a dejar mi casa también habitaba en mí. Hay quienes llaman intuición pero en mi

caso estuvo siempre disfrazada de otras cosas.

El día antes de salir, mi hermano de tres años, decidió quedarse en casa y otra vez se

activaba el interruptor incómodo de la duda.

Éramos seis personas en una camioneta Fiat de una cabina, era algo muy parecido a un

tetris humano con piezas de distintos tamaños. Unas más chicas, otras más gordas, otras

hegemónicas. Íbamos pasando Baygorria, a pocos kilómetros del pueblo y de pronto la

camioneta hizo un movimiento brusco que nos sacudió para todos lados. Una rueda se

había reventado, estaba completamente rota en pedazos.

Yo que siempre fui un poco calentona sumado al mismo interruptor que se prendía una y

otra vez, hicieron que mi trompa de enojada llegara al otro lado de la ruta.

De esas fantásticas vacaciones llegué con un ojo violeta, medio verdoso (pelea de gurises,

pero me la llevé pinchada) y estresada. ̈No te vas nunca más de vacaciones con tu abuelo ̈,

palabras de mi padre cuando me vió y al instante esas palabras eran mías.

Tuve la suerte de que el placer que siento por comer siempre fue mayor que los

comentarios basura que recibía sobre mi cuerpo y cómo, cuánto y qué comía o debía

comer. De no haber sido de esa manera, ese viaje me hubiera complicado bastante.

Me levanté de madrugada a hacer pichí, medio dormida medio despierta. En la oscuridad

del cuarto de mi padre se veía la brasa del pucho que estaba fumando, medio dormido

medio despierto. La luz era cada día más chiquita en la oscuridad de mi padre.

Domingo final de las vacaciones, estábamos en Montevideo aprontando las cosas para el

primer día de clases. Mi abuela, mi madre, mi hermano menor y yo.

Sonó el teléfono y atendí, era mi hermano mayor gritándome que le pasara con mi madre,

yo lo molesté un poco, como siempre. ̈Pasame con mamaaaaaaaaa ̈ grito desgarrador.

¡Pum! La luz de mi padre se apagó.

El deseo no se cumplió.

.

Ese extraño nombre


Recuerdo que nunca me gusto Eliana.

De niña pensaba que era feo y lo repetía tantas veces en mi cabeza que me empezaba a sonar raro.

Lo que me molestaba era que ni en mi clase, ni en mi escuela había alguna chica con ese nombre y yo no quería ser la única. Porque sí había muchas Daniela o muchas Victoria y eso me hacia sentir enojada.

No recuerdo cuantos años tenía cuando le pregunte a mi mamá donde lo había visto, lo gracioso es que no recuerdo el momento pero si las palabras. Me contó que lo vio en una novela, me describió al personaje: era una muchacha paralítica que no podía valerse por sí misma.

Años más tarde analizándolo con mi psicóloga descubrí que ese nombre y su significado dejo huellas en mí y en mi psiquis.

Pero no fue si no hasta que Cristina, mi analista, me hizo ver cómo me había determinado que empecé a intentar cambiar muchos patrones incorporados de mi vida y mi relación con mi madre.

Todavía es un proceso.

Todavía me cuesta.

Pero ahora mi nombre me agrada un poco más.


EL FUNERAL DE LA BIROME GRIS DE TINTA VIOLETA


Ayer fue, estaba intentando escribir un verso que hablaba sobre las siestas cuando falleció. No dejó marcas, solo un breve relieve sobre la hoja, en la última silaba de la última palabra del tercer verso.
Yo la quería mucho, supo ofrecer una compañía delirante e inquieta, de alguna manera vibraba dentro del morral y me pedía que abriera el cuadernito de rombos sin renglones que iba a su lado. Me llamaba, y yo como fiel peregrino la acompañaba en sus viajes, sentado en el banco de una plaza descolorida pero en movimiento.
Sus incursiones por los abismos claros eran algo compulsivas pero reconfortantes. Añoraba la tranquilidad que daba el color de su tinta, pero también traslucía una leve sensación de querer desgarrar las paginas con los dientes para después prenderse fuego, revolcarse en la mugre. Lo que calma es el grito dijo alguien a la pasada. La paranoia destacaba en invierno, pero la birome gris de tinta violeta sabía utilizarla muy bien a su favor.
Supe ser su victimario, a veces me gustaba escribir el mismo verso una y otra vez, de un modo cansador pero desarraigado, no siento haya sido un desperdicio, agradezco por esos rituales terapéuticos que me permitían dormir, y bendigo el día que me olvide de devolverte a Sofía aquella mañana que no lleve ni la mochila a la clase de historia. Agradezco haber escrito juntos, agradezco la esencia y la virtud.
El funeral se llevo a cabo un par de días después, la ceremonia consistió en dejarla en el pocillo donde descansan los demás cadáveres, de los cuales no me quiero deshacer, porque mira si en algún momento me siento frente a un cuaderno y de casualidad me encuentro con una resurrección sorprendente.

Nazareno Ruiz

Palabras Habitadas  palabrashabitadas.lab@gmail.com
| Laboratorio taller de lectura y escritura | Uruguay, 2023
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