Textos del laboratorio 2022

23.02.2023

1. Cerdos


Traté de disimular cuando me saqué el bocado con la servilleta, pero éste paté está viejo, o es muuuy berreta. Era de esperar; esta gente que se tira de burguesa pero es roñosa de naturaleza. Nos toman por tontos, piensan que no nos vamos a dar cuenta que del champán francés no queda más que la botella, rellena de algo que no se distingue qué es, con gusto a plástico recalentado al sol. Lo peor de lo peor. ¿Para qué llevé a la tintorería Chanel?, para qué la peluquería, la semana entera, el mes entero resolviendo detalles para venir impecable.

Mesa 49, no hay más luego de esta. No. Y la vieja que tengo al lado parece sacada del cotillón: un vestido rojo chirriante con un encaje violeta, ni haciendo fuerza se puede tener tan mal gusto, dan ganas de llorar, ella sí combina con este paté viejo y el champán de relleno, seguro se trago el verso del Dom Perignon. Esta gente no...no se da cuenta. Mesa 49, el último orejón del tarro.

De frente tengo esa pared mugrienta que termina derechito en la puerta de los baños, detrás pasan los mozos a la cocina, no se ve nada desde acá: ni la mesa de los novios, ni la pista, nada de nada... Y yo...que pensé me iba a divertir mirando a Raquel embutida en el vestido, lloriqueando. Que iba a ver la transición de Oscar cuando el segundo whisky ya le afloja el disimulo y antes de la comida manotea cualquier nalga que pasa cerca sin ninguna discreción... Me río sola de acordarme. Seguro que está pasando ahora, seguro que María Ester ya le está dando codazos por debajo de la mesa y en un rato por arriba de la mesa y más tarde la voy a ver pasar furiosa para el baño, eso sí lo voy a ver, desde acá me voy a regocijar viendo su caminar desdichado, tratando de mantener el rímel y la dignidad antes de encerrarse a llorar en la última casilla hedionda. Y ahí me voy a reír más. Porque todo vuelve María Ester. Porque seguro fuiste vos la que me puso acá, en esta mesa de mierda, que más que mesa es un zoológico.

El gordo de enfrente suda como un gorila, peor que un gorila: la camisa empapada le dibuja dos aros bajo las grasas de las axilas, y la panza le salta, también sudada, como una radiografía de las carnes. Charla con la vieja infame, y se ríen, combinados en este collage de vergüenza ajena. Me revuelve el estómago, más que el paté berreta y el champán de campamento.

Traje unos buenos tacos para pisar con fuerza a los mocosos insolentes que siempre me vienen a molestar. No me han visto acá, en este sucucho, pero ya van a caer, y yo, yo voy a aprovechar, aprovechar a vengarme ahora que no tienen ningún papito cerca que los defienda. Y después - yo no sé Ruben... no tengo idea qué le pasó-... -ni los vi por acá-... -¡Pobrecito! ¿Por qué llora así? -.

A la charla de los ordinarios se suma una señora mayor, de apariencia más sobria que los otros dos pero que cuando se ríe parece un chancho, le sale un ronquido de la garganta... Una y otra y otra vez. Cartón lleno. Me miran cada tanto y me sonríen, como invitándome a participar en su fiesta de sudor y relinches, en su charla vulgar. Ni muerta me agarran para eso.

Además de estos 3, hay una chica a mi lado, menuda, que come en silencio y va y vuelve del baño paseando su olor a vómito. Algo es seguro: nadie se conoce ni los ordinarios, ni la chica. Ni siquiera tuvieron el detalle de ponernos a alguien que amortigüe esta humillación. Podrían haber puesto a Norma, o a Marita, serán un poco pobres de mente pero al menos puedo pasar el rato charlando algo superfluo y aburrido, que a ojos de los demás me deje un poco mejor parada. Espero que Mario no me vea acá, ni Rita, ni Julio. En la mesa 49, la de los invitados que se deben pero no se quieren... la mesa de la vergüenza.

Esta fue María Ester, yo me imaginé que después del cumpleaños de mamá se iba a asegurar de ponerme lejos, pero jamás pensé semejante descaro. Para ponerme acá, con el servicio, no se hubiesen molestado. Si fueran sensatos hubieran ido de frente, pensé que lo habían superado cuando llevaron la tarjeta personalmente... Raquelita sonreía con su cara de vaca muerta... "Se tomaron la molestia" pensaba, lo tomé como una disculpa, preferible no invitarme y me ahorraban el papelón.

Esta fue María Ester, para que no le diga en la cara todo lo que ya sabe, para que Oscar pase más inadvertido tocando culos, para que de ese lado esten todos los que disimulan una familia feliz, hay que verlos... Infames, nefastos. Cualquier excusa para sacarle plata a la pobre vieja... "Los cien de Pilar" decían, "vamos a brindar todos juntos" decían... mejor en su casa "para que esté más cómoda" decían, y se pasaron inventando excusas para escabullirse por la casa buscando plata o joyas para manguear. Yo misma los vi, hijos de puta, nadie me lo contó. Pobre mamá. Cuando ya no reconoció a nadie la saquearon sin preocuparse en disimular.

Una por una se las canté, en pleno festejo y delante de todos, por eso me castigan acá, con los incultos y los impresentables. ¡A mí!, que estoy de punta en blanco, que como siempre en los mejores restaurantes, que me codeo con gente importante... Y vengo a parar acá?


¡Hijos de puta! El gordo me mira, ¡hijos de puta! Se acerca el mozo que trajo el paté inmundo...¡hijos de puta!

¡¿Ahora venís corriendo María Ester?!, ya es tarde...muy tarde. ¡Hijos de Puta!


Magda


Inmediatamente, al pensar en la calma, mi corazón se resguarda en un recuerdo

preciso, tal vez, tan común como cualquier otro, pero esta memoria causa un sentimiento

distinto en mi: refugio.

Último día del año, sin pensarlo, dirigí todo lo que me compone hacia la playa con el

ánimo de despedir al sol una última vez. Al instante, mis pies ya estaban saludando a la

arena y el mar, sensación que viajó por todo mi cuerpo hasta que mi conciencia asimilo que

su único objetivo era contemplar lo que mis ojos le obsequiaron, mi lugar favorito, sinónimo

de infinidad y multitud. Y sin esperarlo tanto, el sol abrazó el mar, amor que causó el tinte

del arco del cielo con colores imposibles de recrear. No era más que arte para el corazón y

armonía para el pensamiento.


Juli


El saber de las tripas


Siento el preciso momento en que se me ensanchan mis tripas

Siento mis caderas y costillas corriéndose de su lugar

Siento mi piel estirarse cada día un poco más


Algo se está creando dentro de mi y cada día es más grande

Algo se mueve constantemente dando señales

Señales de vida propia

¿De vida propia?


La naturaleza es sabia, el cuerpo es sabio.

El lugar que construye hoy a fuerza de estirar, de doler, de cambiar

es el que mañana ocupará en otras partes, tiempos y lugares.

Moviendo estructuras.

Generando cambios.

Provocando emociones

de todo tipo.

También va a doler, también va a costar.

Por eso nos prepara de antemano

e incluso así uno siente que no es suficiente


Hace falta experimentarlo para entenderlo

e incluso quienes lo han vivido saben que cada caso es diferente

solo la confianza de generaciones y generaciones de mujeres

madres de madres de madres de madres

nos dan la respuesta

la tranquilidad que necesitamos

de saber que todo va a estar bien

que es hermoso y aterrador en partes iguales

pero que solo se sale fortalecido y agradecido,

o al menos eso es lo que me han dicho

las madres de esta tierra

y yo les creo


Franca



Deseaba romperme en tus brazos pero me rompí la piel,

antes,

con el frío de la espera,

de que pasaras,

de que llegarás,

cerca,

en algún tiempo,

en alguna vida,

luego de ésta


Deseaba llamarte

Atravesar la ciudad

Salí a tirar la basura

Caminé

Recordé lo que fuiste una vez

pensé en llamarte

A pesar

de tus despectivos gestos

De tus manos

De la última vez

Quería seguir escuchándote

Seguir viendo tus movimientos en procesión

Seguir viéndote

Yo te quería a pesar de todo

llamarte

En medio de esta pandemia

Para escabullirnos

para encontrarnos y beber un café

de especialidad

Y cruzar miradas

y caricias

Perder el juicio

Hacer el amor.


Soraya


Gianwca 


Desde una de las esquinas superiores del baño, dónde las paredes se convierten en techo, él me

observaba con ternura. Acababa de salir de la ducha y la descolorida, quizá celeste toalla firmemente

atada alrededor de mi cintura colgaba cubriendo mi pene, mis testículos, mis nalgas y mis muslos, y yo

me inclinaba sobre el lavabo, usando ambas manos para frotarme con fuerza el rostro. Lavarme la cara

me despejaba y el agua helada sentaba bien. Ahora me observaba de costado, miraba mi perfil. Ahora

me ojeaba a través del reflejo en el espejo. Le devolví la mirada y me sonrió con aquella sonrisa cariñosa

que yo conocía muy bien.

Me adentré en nuestra habitación. Terminé de secarme y me vestí, pero dejé mi torso desnudo. Salí al

pasillo y me observé en el espejo de cuerpo entero. Recorrí con la mirada mi espalda durante unos dos

o tres minutos, finalmente, regresé a la habitación, me puse la camiseta, un buzo de lana y un abrigo.

También una bufanda. Y salimos. Nuestra consulta con la Dra. Rossetti estaba programada para las

ocho y ya eran siete y media.

¿Conocen el nombre "Gianwca"? Cuando hago esta pregunta, la respuesta suele ser un rotundo "No".

Es un nombre extraño, llamativo por lo poco usual. Yo desconozco su origen, o su significado, su

etimología... A la hora de investigarlo en internet, la búsqueda debe de realizarse en inglés. De hacerlo

en español, no aparece mucha información. Google, por ejemplo, confunde el nombre con "Gianluca".

Pero Gianwca y Gianluca son muy diferentes, irremediablemente distintos.

Al hacerse la búsqueda en inglés, en Google aparecen algunos resultados. Muy pocos, de hecho:

alrededor de ciento veinte. Lo que llama la atención es que, al parecer, entre el año 1980 y el presente,

sólo ha nacido una persona llamada Gianwca. Sucedió en el 2019, en Quebec.

Eso es mentira. Yo conozco a Gianwca. A otro Gianwca, que nació en Uruguay, el ocho de octubre del

año 2000. Pero es normal que no esté registrado, no mucha gente lo conoce.

Finalmente llegamos al consultorio de la Dra. Rossetti, diez minutos antes de la hora acordada. Toqué

el timbre y esperé pacientemente. Cómo siempre, Hilda nos abrió a las ocho en punto, con una maternal

sonrisa dibujada en el rostro. Aquello siempre me resultó divertido, ya que ella era menor que nosotros.

"¡Pasen, pasen!" Nos invitó después de saludarnos con su característico afecto.

Subí las empinadas escaleras y penetré en su hogar. Caminé hasta su consultorio y tomé asiento en el

sofá de siempre. Ella ya tenía preparado el té.

"Cuéntame, ¿cómo ha sido esta semana? ¿Sigue apareciendo en tus sueños?" Me preguntó.

Hice una pausa. Me tomé mi tiempo para inhalar el suave, dulzón aroma del té. Luego hablé.

"Su voz." Le respondí. "Puedo oír su voz. Charlamos, pero no aparece. No me muestra su cuerpo."

"Ya veo." Respondió Hilda. "¿Puedo verlo un segundo?"

"Yo-" Me interrumpió velozmente y me dijo que no había problema. Que de hecho tenía ganas de ver

a Hilda. "Dice que sí." dije.

Entonces me puse de pie y desnudé mi torso. Me di la vuelta y le mostré a Hilda mi espalda. Ella se

acomodó aquellos sensuales lentes rojos y se acercó a él. Allí en mi espalda baja, pudo ver a mi hermano,

cuyo prematuro cuerpo sin vida se fusionaba con el mío, adentrándose en mi carne: Gianwca.


Nacho

Palabras Habitadas  palabrashabitadas.lab@gmail.com
| Laboratorio taller de lectura y escritura | Uruguay, 2023
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